UN GRAN ESTATUTO.
Artículo de José Ángel Biel Rivera, presidente del Partido Aragonés.
El Estatuto de Autonomía de Aragón aprobado en el Congreso de los Diputados es un gran Estatuto. Respeta el marco constitucional, supone un importe avance en el Autogobierno para nuestra comunidad autónoma y es fruto de un importante consenso alcanzado en las Cortes de Aragón donde cuatro grupos votaron a favor y sólo uno se abstuvo.
Por todo lo anterior no existían razones para que el texto que vino de Zaragoza se enmendara en Madrid, donde reside la soberanía popular, tanto como en Las Cortes de Aragón, algo que con frecuencia se olvida. Aunque debo reconocer que durante algunos días tuvimos el temor de que, como sucedió en anteriores ocasiones, se limitaran las competencias de nuestra ley orgánica en aras del mantenimiento de la unidad nacional, del equilibrio territorial y las competencias propias del Estado central, algo que en Aragón, nunca hemos cuestionado.
Sin embargo, debo agradecer el esfuerzo que ha realizado la comisión bilateral que se constituyó entre los ponentes aragoneses y los representantes de los grupos parlamentarios en Madrid, que tras un intenso debate han logrado que nuestro Estatuto se apruebe hoy con un amplio respaldo. Sólo contará con la oposición de los grupos más radicales de la cámara que han pretendido imponer cuestiones que mayoritariamente se rechazan en Aragón, donde concebimos nuestra tierra como una parte del todo, del conjunto del Estado español. Aragón es una tierra con una fuerte personalidad, herencia de un importante reino fundacional de lo que hoy es España, por lo que sentirse aragonés y español al mismo tiempo es una realidad que no genera ningún conflicto.
Como presidente del Partido Aragonés, debo dejar claro que no es nuestro Estatuto, que aspirábamos a un texto más ambicioso, pero tampoco es el Estatuto del PSOE, ni del PP, ni de IU. Pero creo sinceramente que es el mejor Estatuto posible, porque de nada hubiera servido presentar en Madrid una propuesta de máximos que hubieran recortado en la Comisión Institucional del Congreso, generando en nuestra tierra una sensación de frustración como sucedió en 1996, con la segunda reforma.
El alto consenso alcanzado, tanto en Zaragoza, como en Madrid, es más importante de lo que parece, y más en estos tiempos en los que impera la crispación y la política de trincheras.
Como presidente del PAR, un partido aragonesista y de centro, debo decir que no estamos dispuestos a entrar en ninguna trinchera, que no vamos a participar en esa sinrazón y que, al contrario, nuestro compromiso es el de constante búsqueda de espacios de diálogo, de encuentro y de construcción, porque siempre hemos entendido la política como el arte de llegar a acuerdos en beneficio de la mayoría. De esta forma, como partido centrista que somos, hemos hecho todo lo posible para que el Partido Popular se pudiera sumar a un acuerdo que no tendría sentido si deja fuera al representante de una parte muy importante de la sociedad, tanto como a la que representa el Partido socialista.
Recientemente tuve la oportunidad de decirle al presidente Zapatero que cuando mire a comunidades periféricas a las que tradicionalmente se presta mucha, demasiada, atención, mire con el rabillo del ojo a Aragón. Y le dije esto porque creo que comunidades como la nuestra merecen respeto y durante años se deberían haber ganado la confianza de los diferentes gobernantes. No somos una tierra sumisa, pero sí leal a España. Como también lo son otras comunidades del valle medio del Ebro, con las que hemos conformado un espacio socioeconómico de gran pujanza que merecen ser una piedra angular sobre la que apoyarse para reequilibrar este país que ha crecido en exceso en la periferia y ha dejado, salvo la capital, un gran espacio en el centro.
Aragón va bien. No lo digo yo, lo dicen todos los indicadores económicos que nos sitúan a un nivel de riqueza como la media alemana o francesa. Se ha generado un clima de confianza en las instituciones y en la sociedad que favorece la llegada de inversores y el desarrollo de proyectos punteros a nivel europeo.
Un bienestar que se consolidará ahora con este nuevo Estatuto que nos faculta para desarrollar competencias más amplias, como la gestión de aeropuertos, una mejora en la financiación y el mantenimiento de una reserva hidráulica que garantice las necesidades de Aragón. Quizá este aspecto haya levantado más suspicacias y generado dudas de otras comunidades a las que debemos decirles que Aragón ha desarrollado modernos sistemas de riego pese a los cuales seguimos teniendo problemas de abastecimiento ante la falta de inversiones del Estado que retrasa sistemáticamente la aplicación de los planes de cuenca.
Otro aspecto que han llegado a cuestionar algunas formaciones en Madrid es el reconocimiento de los derechos históricos de Aragón, una condición recogida en nuestro Estatuto desde su primera revisión. ¿Acaso alguien duda de las peculiaridades históricas de Aragón y su antiguo régimen foral?
También se recoge la necesidad de establecer vías de participación en la planificación de todas aquellas infraestructuras de competencia estatal que afectan a la Comunidad Autónoma. Es lógico pensar que, por ejemplo, Aragón tiene algo que decir sobre una autovía que cruza su territorio o una línea eléctrica o la construcción de un pantano.
Se favorece pues la creación de comisiones de negociación, o mesas en las que propiciar encuentros, generar diálogo y buscar el mejor acuerdo para todo el Estado, sin el frentisto y crispación que se ha instaurado en la política nacional.
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