San Pedro de Calatayud reluce de nuevo.
Tras muchas décadas de espera, los bilbilitanos, y los aragoneses en general vamos a poder contemplar nuevamente la iglesia de San Pedro de los Francos, una iglesia gótico-mudéjar que fue levantada en el siglo XVI en la cuarta ciudad de Aragón. San Pedro de los Francos es uno de los edificios aragoneses más emblemáticos, al acoger a lo largo de su historia hechos de vital importancia como la celebración de las Cortes en 1461, año en que juraron como príncipe heredero a Fernando El Católico, o la más reciente constitución de la Diputación General de Aragón en el año 1978.
30 años ha costado rehabilitar este edificio, joya artística que acoge numerosos tesoros. Pero estos 30 largos años deberían hacernos recapacitar sobre la dejadez a la que hemos sometido, e incluso sometemos, a una gran parte de nuestro patrimonio arquitectónico. La Seo de Zaragoza o la Aljafería tuvieron que soportar largos periódos de restauración. No menos años que los transcurridos en el caso de la catedral de Tarazona. O la imensidad de iglesias, palacios o castillos que hay desperdigados por todo el territorio aragonés, pidiendo a gritos su inmediata rehabilitación, no ya para mejorar su imagen ante visitantes y lugareños, sino para evitar que se derrumben y que la historia los pierda para siempre.
Los aragoneses deberíamos comprender que las obras artísticas diseminadas por toda la Comunidad Autónoma no son meros edificios, son elementos que podrían aumentar los flujos turísticos y el crecimiento económico en muchas comarcas, con una cuidada estrategia de planificación turística.
Pero lo que es más importante, estos edificios son una parte vital de nuestra historia. Son edificios que han contemplado como juraban reyes, como nuestras Cortes se reunían y juraban fidelidad al príncipe heredero o sumaban sumas enormes para defenderse de los enemigos, como nuestros pueblos y ciudades eran atacadas por tropas castellanas o francesas. Edificios que han visto el esplendor de una tierra que se extendía por buena parte del Mediterréno, y su posterior decadencia. Edificios, que han visto, en suma, transcurrrir buena parte de nuestra historia. Y un pueblo que no conoce, mantiene, y respeta su historia y su patrimonio histórico-artístico, no tiene futuro.
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